miércoles, 30 de septiembre de 2015

Algo más de cinco horas

Clase de literatura universal. Édipo Rey en la pantalla y un monólogo digno de un monarca. De la época clásica, sí, pero más actual de lo que pensamos.

Esta interpretación me llevó a pensar en un gran clásico español: Miguel Delibes. Y, como no podría ser de otra forma, a su magnífica obra Cinco horas con Mario. Se trata de una trama en la que la historia se desarrolla a través de un solo personaje: Carmen, viuda de Mario. A lo largo de ella, la esposa recuerda su insatisfactoria vida en pareja e incluso acaba sincerándose sobre los sentimientos que acabó por tener hacia él.

Este segundo pensamiento, me transportó a una cálida clase de literatura española del año pasado. En una ya de las últimas clases del curso, tratamos algunos rasgos del teatro contemporáneo. El más curioso, sin duda alguna, fue el método Stanislavski, un sistema extraordinario a la par que efectivo -en la mayoría de casos- que consiste en vivir el papel del actor en lugar de representarlo sin más.

El caso es que el profesor en cuestión quiso ponernos el ejemplo de Lola Herrera, reconocida actriz española que consiguió obsesionarse con el papel de Carmen precisamente por llevar a cabo el método Stanislavski. Reina de la escena por aquel entonces debido a su gran éxito, Lola no tuvo más remedio que abandonar su papel por recomendación médica. No obstante, aún volvió a interpretar diez años después de su retirada una adaptación menos intensa de la obra de Delibes.

¿Enamorada de un personaje? Parece algo irreal. Sin embargo, puede ser tal la profesionalidad hasta el punto de perjudicar a una gran artista como Lola Herrera, marcada ya de por vida por Carmen.



martes, 29 de septiembre de 2015

Me pierdo, pero te encuentro

Me pierdo en la inmensidad del cielo,
oscuro como aquel recuerdo lejano
de algo que amé sin conocerlo,
y que jamás conseguí siquiera rozar con la mano.

Me pierdo en el rumor del agua,
que desliza a través de la fuente,
aislando el gemido de las bestias
y sacando el verso de mi mente.

Me pierdo en cada centímetro de tu cuerpo,
en cada rincón que mis labios han sentido.
Aquellos lugares a los que con caricias zarpo
logrando alcanzar aquello que ya mil veces he conseguido.

Y parece que ni el cielo es tan inmenso
ni la fuente capaz de callar tu gemido.