Cuántas noches me he creído libre al escribir
y, sin embargo, qué pocas acabé contando
aquello que llevaba meses madurando.
He comenzado hablando de poesía
y acabé haciéndolo de ti.
Dediqué el primer verso a la luna
sin saber que sería el sol
quien acabara por dictarme la última estrofa.
Incluso canté al verde de la pradera
cuando era el otoño quien la vestía de amarillo.
En fin.
Cuántas noches me he creído ventrílocuo
siendo yo la marioneta.