Tachando líneas,
folios vacíos,
libretas enteras.
Quebrándome, destruyéndome,
en toda mi esencia,
por querer gritar
palabras,
frases,
versos,
lágrimas.
Arrancándome los ojos
por recordarte,
no en ti,
sino en mí,
en mi yo profundo,
donde nunca llegué
ni jamás osé llegar.
Por su oscuridad quizá,
temiendo olvidar
tu luz, tal vez.
Quemándome, reduciéndome
al polvo de unas cenizas
que impregnan
todos los mares
de mi mundo.
Emprendiendo la carrera,
por primera vez,
alzando el puño,
cogiendo impulso...
un gemido eterno,
final,
alentador.
Cayendo, de nuevo,
a mi globo,
a mi cruda realidad,
a tu cruda ausencia,
insípida,
sin aliento.
Así, durmiendo,
apurando y suspirando
por el último minuto
de un día
que quedó en el intento
de ser, al mismo tiempo,
mar y tierra,
vida y muerte,
recuerdo y olvido.