Un millón de estrellas son
dos ojos que las miran.
Hoy maté dos pájaros de un tiro.
Sané mi ceguera y remedié tu exilio.
La primera cayó del cielo junto a las nubes
que desaparecieron, paulatinamente, como un telón,
mostrando un mural de estrellas al óleo,
bailando todas ellas, chispeantes al oído,
alrededor de la más brillante, que marcaba el compás.
El segundo murió cuando entre las manos del viento
distinguí las tuyas, infinitas y frescas como el mar,
que venían a mecerme el cabello
o a protegerme el pecho.
Hoy maté dos pájaros de un tiro.
Quizás de dos.
O de tres.
No sé.
Perdí el número de veces que apreté el gatillo
y no salió el poema.