domingo, 27 de noviembre de 2016

Confesiones

No me escuchen si quieren creerme.
Si fui capaz de terminar este poema,
ni siquiera se atrevan a oír mi voz.
Tanto arte dispongo para ello
como para la palabrería.

Reconozco abusar de la verborrea
[qué remedio. Poeta soy]
y obligarles a acceder por mera dejadez.
Les advierto, pues, que acabarán obviando mi mentira.

Aviso, también, a quien verdaderamente
desee saber mi verdad.
Advierto, del mismo modo, no dejarle
escapar de ella,
pues les invito a mi silencio,
a una mirada que grita enmudecida.

Esa es mi verdad,
la que encierra
el silencio
en cada mirada.

Tampoco crean, entonces,
la gran mentira que son mis poemas.
Háganlo solo el día
en el que deje de escribir.

Mueran en el intento.

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